Wednesday, May 6, 2009

El Fogón (escrito en la U en 1996)

Cuando la semana llega a su fin, después de haber pasado el Lunes pillador, y el Miércoles decisivo, la vida de muchos solitarios estudiantes, se ve de pronto iluminada, dirigida por un imán invisible, que no sólo atrae personas, sino, toda una atmósfera, mítica, clásica, de diversión.

El escenario, formado por arcaicas paredes de piedra, un rectángulo lítico que mira hacia la inmensidad, acaricia el viento y desafía el horizonte.

A su alrededor los noctámbulos jóvenes, llegan de a poco, para poder compartir, lo que para ellos es simplemente el fogón.

En él, tu no eres nadie, nadie mas que tu, no importa tu carrera, raza o procedencia, no se fijan en tu chequera o en la colonia que usas los fines de semana. El fogón es la instancia misma, la diversión, el fulgor y la euforia.

Equivale a quedar botado, cubierto de tierra, que dejo de ser tierra, por los cientos de fogones similares, cuyas huellas ceniza, cajas de vino, botellas rotas, sueños e ilusiones tapizan el suelo mágico de este rincón.

La ropa de los presentes no es de etiqueta, se deja la formalidad de lado, a favor del practicismo, las chaquetas de cuero son remplazadas por parkas, que cubren la mitad de los rostros, caras inquisitoras, labios llenos de alquitrán.

Lo único que se pide, el sacrificio último, es llevar al dios etilo, y por si acaso a la diosa blanca, estos últimos, no sólo, señalan el comienzo de inolvidables jornadas, si no, alimentan el fogón mismo, en un acto de inmolación cíclico, llevado a la parsimonia de disfrutar la vida.

Todo comienza, cuando en medio de una clase, un papel, escrito por nadie, salido de ningún lugar, da vuelta alrededor del recinto, invitando al fogón.

Algunos rostros se iluminan, otros ni siquiera lo ven, pero lo seguro es, que comenzara nuevamente el rito cotidiano de vomitar el alma en el grandioso fogón.

Una vez iniciado, los ruidos se juntan con los cantos, los cantos con la noche, y las figuras danzan alrededor de cuatro leños sacados del abismo próximo, del mundo feo y cruel.

En el fogón no existe un lenguaje exclusivo, botella a botella, cigarro a cigarro, pito a pito, guitarra a guitarra, solo se expresa un deseo : liberación.

Las voces estertoreas, hieren la madrugada con lamentos académicos, remembranzas del dulce hogar, descalabros económicos, esperas eternas en el banco estatal, la comida insalubre de la pensión paradisiaca, de un pobre enajenado y solitario estudiante de universidad.

Poco a poco, salen las penas, alegrías y tristezas, cubiertas por el vaho del último producto de cervezas cristal.

En esos momentos, nadie es alguien, el todo no existe, solamente prevalece el inmortal, esplendoroso y raudo fogón.

Es un mundo absurdo, sustentado en las botillerías del área, y los proveedores de ilusión. Un mundo mantenido por rencores, necesidades y sentimientos, que fluyen ansiosos de liberación.

El fogón se alimenta de las vidas, plata y mente, de un grupo de jóvenes, que tan sólo pretenden, no pretender nada.

Pero la historia no termina acá, el fogón es un símbolo, una sintomatía, un grito desesperado, un vuelo ciego, una acción suicida, en búsqueda de la consoladora, tierna y maternal integración - aceptación ( ¿ de qué ? ).

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